Para quienes llevamos décadas empeñadas en visibilizar a las mujeres en la historia, sea en la evolución de la humanidad, en la definición de una etapa histórica o en la construcción de un país, en mi caso del Perú, somos testigos, de cómo los centros hegemónicos globales de producción y difusión de conocimientos, se las arreglan para sacarle la vuelta a los cuestionamientos de las intelectuales contestatarias, que desmantelan las falacias patriarcales construidas desde fines del siglo XVIII en Occidente. 

En los treinta últimos años desde la aparición de El Lenguaje de las Diosas de Marija Gimbutas y del surgimiento de la corriente arqueología de género, las arqueólogas europeas y americanas han echado por tierra el prejuicio enraizado de que los sapiens varones, en su condición de cazadores proveedores, detentaban el poder y dominaban a las sapiens féminas. Ellas demostraron que el 70% de la dieta alimenticia fue provista por las mujeres y que la caza de las enormes bestias no fue exclusividad de los varones, sino que fue una actividad comunal de hombres y mujeres de todas las edades. Si a este hallazgo, entre otros, se suma las cientos de esculturas de mujeres embarazadas, encontradas en los asentamientos prehistóricos, bautizadas como Venus Paleolíticas o Venus Parturientas, las y los especialistas concluyeron, que durante la larguísima etapa de aproximadamente 50 mil años hasta el final del Paleolítico Superior ( 4000-3,500 a.C.), la mujer fue la principal proveedora, dando a esta sociedad un carácter eminentemente matrifocal, al punto de representarse en una mujer embarazada, es decir en una diosa, lo que es elocuentemente significativo del poder social e ideológico del sexo femenino durante ese largo periodo de la humanidad.

Nuevas investigaciones siguen reforzando estas tesis y mientras las académicas, se esfuerzan por incorporarlas en la enseñanza escolar y en los museos, me llama la atención el suceso de un best seller mundial, que apunta en dirección radicalmente contraria. Me refiero al libro de Yuval Noah Harari Sapiens de animales a dioses.

Desde su singular versión de la historia de la humanidad, el autor se enfoca en los dilemas existenciales del hombre occidental contemporáneo. Su punto de partida y de llegada es Occidente, la mención a culturas de otras latitudes es anecdótica, cumple la mera función de reforzar sus argumentos centrados en su eje occidental. El tema que me resulta chocante es su tesis sobre la universalidad del patriarcado, pero sobre todo por los argumentos con los que la sustenta, tanto por su carga misógina como por el hecho que haya pasado inadvertida, como pasan los mensajes subliminales.

Su primera afirmación es que “desde la revolución agrícola la mayoría de las sociedades han sido patriarcales”. Dicho así, crea un efecto de universalidad del patriarcado. Sin embargo, el inicio de la agricultura fue un proceso plural que se dio entre los 11000 a los 8000 a.C. [1], es decir, cuando ya la humanidad llevaba un largo recorrido de miles de años y como se sabe en Occidente, fue una extensa etapa de preeminencia femenina en lo social, económico e ideológico. Este periodo no aparece en el razonamiento del autor.

La segunda afirmación, para darle contundencia a la anterior, es que las sociedades de América antes de 1492, es decir, cuando aún no tenían contacto con Occidente ya eran patriarcales. Sobre las culturas mesoamericanas, solo anotaré que en Calakmul (México) esplendorosa ciudadela de la Civilización Maya, se ha encontrado información sobre la existencia de reinas gobernantas. En cambio, si comentaré sobre la América andina, pues bastaría con enumerar la casi centena de fastuosas tumbas de reinas, gobernantas y sacerdotisas del Perú pre inca, para desbaratar su argumento, sin mencionar las fuentes documentales que narran la historia de reinas y emperatrices del imperio inca, y que decir, de la manera original e inédita en que estas soberanas mujeres construyeron y mantuvieron la autonomía del poder femenino en sus respectivas sociedades.

Pero como Harari desconoce esta realidad, usa la que se ha imaginado para preguntarse “¿Por qué eran patriarcales los aztecas y los Incas? ¿Porque o a que se debe la Universalidad y Estabilidad del Patriarcado?” Su respuesta es espeluznante, por decir lo menos. Según él “Si (el patriarcado) es tan universal no puede ser el producto de algún círculo vicioso… de un acontecimiento casual… Es mucho más probable… que exista alguna razón biológica universal”, ¿Será la potencia muscular masculina? No, dice, pues “no hay una relación directa entre la fuerza física y el poder social en los humanos”, por tanto, continúa, “es natural que la cadena de poder, este determinada por capacidades mentales y sociales que por la fuerza bruta” y añade, a pesar que las cualidades femeninas son aptas para la socialización, “en el mundo real no han tenido poder”, léase, las mujeres no tienen las capacidades mentales y sociales para el ejercicio del poder o no las desarrollaron. ¿Cuál es la razón o su origen? Su respuesta: la maternidad.

Según Harari “En el largo periodo de la maternidad (la mujer) para obtener comida necesitaba del hombre” así con esta conclusión, Harari pasa por alto el período más largo de la historia Occidental, incluido los 6000 a 7000 años después de la aparición de la agricultura en que las sociedades fueron matrifocales, pasa por alto la historia del antiguo Perú, donde y cuando la jerarquía del poder se definía por linaje matrilineal, es decir, la maternidad no solo no fue impedimento para el ejercicio del poder, sino más bien fue una atribución femenina para ejercerlo y hacer que otros, incluidos los varones, lo ejerzan.

En suma, Harari a través de Sapiens se suma a las falacias patriarcales sobre la historia de las mujeres y del poder femenino.

[1] En el Mediterráneo se inició aproximadamente en el 9500 a.C, en China y Mesopotamia en el 11000 a.C., en Mesoamérica 10000 a. C. y en los Andes 8000 a.C., el mismo Harari en su cronología data la revolución agrícola en 12 mil años antes del presente, o sea 10000 a. C.